Oración de la Mañana

19 de septiembre

“¡Papá, me aburro!” 

Comenzó el verano y Marta estaba entusiasmada. La piscina, el fin de las clases, los amigos del barrio…Un sueño hecho realidad. 

Y así fueron las dos primeras semanas. Marta no paraba ni un minuto. De la piscina a la tele, de la tele a la consola, de la consola a la piscina, de la piscina al parque. Vamos, que no había un solo minuto del día en el que estuviera tranquila. 

Pero sucedió algo inesperado. Sus dos amigas del barrio se marcharon de vacaciones y ahora bajar a la piscina ya no era tan divertido. Además, la consola y la tele terminaban por agotar su paciencia y ya no era divertido jugar en el parque, porque sin sus dos amigas no sabía cómo inventar historias a las que jugar. 

De repente, Marta sintió una terrible sensación de soledad.- ¿Qué voy a hacer si no tengo amigas con las que jugar? 

Y apareció esa frase que siempre se repetía cuando Marta estaba sola – Papá, me aburro. ¿A qué puedo jugar? 

Su padre, que ya preveía que esto iba a suceder, tenía un plan bien organizado para que Marta descubriera lo divertido que es aburrirse. 

– Había pensado ir a dar un paseo en bicicleta por el campo ¿te apuntas? – propuso su padre. 

– Bueno – dijo Marta a regañadientes. 

Se montaron en las bicis bien temprano y comenzaron a pedalear hasta que llegaron a un pequeño riachuelo que quedaba muy cerca de su casa. 

– ¿Sabías que cuando yo era pequeño también hacía este recorrido?- Dijo el padre de Marta con cara de satisfacción. 

– ¿Y por qué nunca me lo habías enseñado?- preguntó Marta. 

–Pues porque siempre estás muy ocupada con tus amigas, las consolas y la televisión y nunca quieres salir conmigo. 

Marta se quedó pensativa. Era verdad, siempre que sus padres le proponían hacer algo juntos ella prefería quedarse con sus amigas o jugando con su consola. 

Continuaron por un sendero que seguía el curso del pequeño río. El paisaje era muy bonito y al estar tan cerca del río y rodeados de árboles, no se notaba tanto el calor del verano. 

Se detuvieron en una especie de escaleras formadas por rocas. Papá dejó su bicicleta y la de Marta atadas a uno de los árboles y comenzaron a bajar con mucho cuidado. 

Marta estaba emocionada por la aventura que estaban viviendo: senderos, ríos, inmensos árboles y escaleras de rocas. 

– Pisa con cuidado y siempre detrás de mí-, explicó el padre. 

– Vale papá. 

Cuando llegaron abajo, Marta estaba exhausta y al levantar la mirada del suelo se quedó sin palabras. 

Habían llegado a una parte del río donde se formaban pequeñas cascadas e incluso una zona en la que poder bañarse o sentarse a disfrutar del paisaje. 

– ¡Papá, esto es precioso!- exclamó Marta. 

– Cuando yo era niño, me gustaba pasar largas horas en este lugar. Aquí me creaba las mejores historias de aventuras y piratas que jamás hayas imaginado. Además siempre traía unos cuantos botes de cristal para meter las piedras que más me gustaban o los insectos raros que me iba encontrado. Aquí sentía que todo era mágico y me encantaba disfrutar creando pequeñas cabañas a base de los troncos que iba encontrado. 

– ¿Y no tenías amigos? 

– Claro que sí. A veces venía con ellos y nos pasábamos las horas inventando historias con las que nos divertíamos todo el día. 

– Y otras veces, cuando mis amigos no estaban me venía sólo y continuaba dando rienda suelta a mi imaginación. 

– Ya, pero yo no tengo tanta imaginación. 

– Eso es porque nunca la utilizas. Te has acostumbrado a que los juegos te los ofrezca la consola o a jugar con tus amigas a simular que sois como los dibujos animados que veis en la tele. Pero no sois capaces de crear vuestras propias historias de fantasía.