Oración de la Mañana
27 de mayo
Cuenta la leyenda que un día del año 1665 el campesino Simón de Toro y su amigo Bartolomé Peña, vecinos del barrio del Alcázar Viejo, cultivaban un pequeño terreno contiguo a la muralla de la ciudad, muy cerca de la Puerta de Sevilla.
Ambos trabajaban la tierra, cuando el hierro del arado, al penetrar en la tierra, dejó al descubierto la entrada de un pozo y en una de sus hendiduras apareció una pequeña imagen de la Virgen con el Niño en brazos.
La Virgen fue llevada a la casa del labriego para mostrarla a todos los vecinos, que pronto abarrotaron el patio para poder contemplar la imagen. La noticia del hallazgo corrió como la pólvora por toda la ciudad e inmediatamente se instauró una sincera devoción entre las clases más humildes hacia esta Virgen.
A venerar a esta Virgen acudían multitud de enfermos, que según la tradición, recobraban la salud. La Virgen fue depositada en la capilla de la Orden Tercera del Real Convento de San Francisco.
En 1673 gracias al amor del pueblo se construyó una pequeña capilla junto al lugar del descubrimiento. El licenciado Diego de Alcudia Caballero, con autorización del obispo Francisco Díaz Alarcón y Covarrubias, bendijo la Ermita de Nuestra Señora de la Salud, celebrándose la primera misa en el mismo lugar donde, según la tradición, estuvo en la época mozárabe el monasterio de San Ginés, en cuya antigua iglesia fueron sepultados Santa Leocricia, Santa Litiosa, San Rodrigo y San Pelagio, mártires de Córdoba.
El mismo día por la tarde frailes de la comunidad del Convento de San Francisco, llevaron a dicha ermita la imagen de la Virgen de la Salud que como anteriormente se encontraba en su convento.
En el testamento con fecha 19 de noviembre de 1677, Simón de Toro otorga y declara que con las limosnas que había recaudado dentro y fuera de la ciudad había labrado la ermita de Nuestra Señora de la Salud, y nombra por administrador de ella a Marcos de la Cruz.