Oración de la Mañana

8 de marzo

Lectura del santo Evangelio según San Juan


En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Reflexión

Jesús recuerda a Nicodemo lo que hizo Moisés en el desierto con la serpiente de bronce. Los primeros cristianos lo compararon con el papel de Jesús en la salvación del mundo. El amor de Dios para con nosotros es algo real, no es un “cuento”. Nos lo demuestra el hecho de que entregó a su Hijo a la muerte por todos nosotros. Por eso, si queremos ser fieles discípulos de Jesús, nos debemos alejar del camino de la oscuridad y caminar por el de la luz y la verdad. Señor, ayúdanos a crecer en la fe y en las buenas obras que son manifestación de nuestro amor contigo.