Oración de la Mañana
19 de marzo
Era Jesús pequeño todavía y ayudaba a San José en la carpintería. Un día, San José tuvo que ir a llevar unas cajas que había hecho para un cliente, y se quedó solo Jesús en la carpintería.
Jesús miraba a todo el alrededor mirando donde estaba cada herramienta y su vista se posó en un aparato de madera de pino que había arrinconado, y medio tapado por unos abrojos secos. A simple vista parecía un balancín, quizás fuera el suyo pensó, el que mis padres emplearon para mí cuando yo era pequeñín. Lo destapó y vio su nombre grabado en la cabecera del mismo. Grandes recuerdos de amor le vinieron a su mente al ver su nombre grabado en la madera.
Cuantos vaivenes le darían en esa cuna su padre San José y su Madre María, para que no llorara, para hacerle sonreír, tras las noches heladas de frío en Belén, pero al mismo tiempo le vinieron ganas de llorar porque Él sabiendo que siendo Dios, no podía remediar las necesidades de sus padres y las suyas propias. Ellos eran muy pobres y la carpintería no daba para tanto, ya que la bondad de San José impedía que hubiera ganancias, a muchos no cobraba nada.
Jesús imaginaba cuanto le hubiera costado hacer esa cuna balancín, y la alegría de María al verla, porque era preciosa La tapó de nuevo como estaba y siguió observando todo el taller. Jesús contaba diez años y ya pensaba como una persona mayor, se sentía responsable y ayudaba mucho a San José en la carpintería, cortaba maderas, alisaba las caras, hasta distinguía el tipo de maderas con solo verlas.
San José todavía no llegaba y el Niño se impacientaba. Él se veía capaz de hacer algún trabajo sencillo, pero si era difícil, y había que hacer fuerza, no sé si lo podría hacer, pensaba.
Abrieron la puerta y pensaba que ya venía José y se encontró con Tobey, un amigo de tantos que tenía. Jesús amaba a sus amigos y pronto empezó a explicarle cosas que Él hacía. Tobey le miraba asombrado de todo lo que le iba explicando, después mirando hacia el rincón le señaló la cuna balancín y su nombre grabado en la cabecera. Tobey soltó una exclamación, «Ah», ¿qué pasa dijo Jesús?, Tobey le dijo: Mi mamá ha tenido un hermanito y quiere que yo lo tenga, pero no tengo mucha fuerza para levantarlo, y ella quiere que yo lo cuide mientras ellos buscan para darnos de comer, porque somos muy pobres ¿sabes?, y le escuché a mi papá que le decía a mi mamá, «¡Hablaré con José a ver si tiene algo para el niño, él que es tan mañoso!». y al ver la cuna balancín……
El corazón tierno de Jesús se estremeció, pensando que a ellos no le haría falta y a Tobey sí, pero pensó: ¿Si se la doy, ¡qué dirá mi papá José cuando se entere!, y pone mi nombre en la cabecera. Rápidamente sacó una herramienta y comenzó a rascar su nombre, para dársela, pero le dolía hacerlo ya que estaba muy bien grabado con fuego, y le dijo a Tobey: ¿Cómo se llama tu hermanito?, y él le contestó: ¡Cómo tú!, sin pensarlo le dijo: ¡Llévatela, pero cuando sea grande como tú, me la devuelves, eh Tobey!
En esos momentos entra San José y los ve con la cuna balancín. Jesús se quedó mudo y no supo que decir. Después de un rato de silencio, Jesús le dijo: “Papá, se la he dado para su hermanito pequeñín y le he dicho que me la devuelva cuando sea grande”.
José no supo que contestarle al niño, pero conociendo la situación de la familia de Tobey, asintió con la cabeza y, él mismo, cogiendo la cuna y los dos niños fueron a la casa de Tobey, a llevarle la cuna.
Mientras comían, José le explicaba a María lo de la cuna, y el gran corazón que tenía su hijo. María, al momento, se levantó de la mesa y se dirigió hacia Jesús con los brazos levantados, lo levantó con sus brazos y besándolo le decía: ¡Hijo mí, no te canses de hacer el bien! Sentándose de nuevo, lo meditaba en su corazón. El Niño satisfecho pensó: «Mi mamá también se la hubiera dado a Tobey, porque Ella es muy buena y quiere mucho a los niños»