Oración de la Mañana

28 de noviembre

Durante años era un ser angustiado y egoísta. Todo el mundo insistía en decirme que cambiara. No dejaban de recordarme como yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo-. 

Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo perdido que estaba. 

También insistía en la necesidad de que yo cambiara. También estaba de acuerdo y no podía 

sentirme peor. 

Un día mi mejor amigo me dijo: 

“No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad, no me importa que cambies o dejes 

de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte”. 

Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: 

“No cambies. No cambies. No cambies…. Te quiero…” 

Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. 

Y, ¡oh maravilla!, cambié. Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a 

alguien que me quisiera, prescindiendo de si cambiaba o dejaba de cambiar. 

 

Muchas veces pensamos en cambiar, en convertirnos, y a veces, lo que más nos ayuda a 

cambiar no es forzarnos a nosotros mismos, rechazar lo que somos, sino saber que nuestra familia nos quiere, que Dios nos quiere, a pesar de nuestros fallos. 

 

Reflexión: 

¿Estoy dispuesto a dejarme amar y perdonar por Dios?