Oración de la Mañana

23 de enero

“Andas siempre tan agobiado…” 

Había solo un colegio para varios pueblos de aquellas selvas. Y no había carreteras. Tanto los alumnos como los profesores venían andando por los cuatro puntos cardinales. Uno de los maestros notó que su nuevo compañero, en lugar de ir directamente a casa al acabar las clases, se adentraba en el bosque procurando no llamar la atención. Intrigado, decidió seguirlo de lejos un día. Había una piedra plana en un claro del bosque. Sobre ella estaba sentado, con las manos sobre sus rodillas, los ojos cerrados y la cabeza un poco inclinada. Era obvio que estaba rezando. Al día siguiente, en un descanso, lo llamó aparte y le dijo:  

– Tengo que confesar que sentí curiosidad por tus “escapadas” al bosque, y ayer te seguí al acabar el colegio, y vi lo que hacías. 

– Ah, bueno –respondió el otro-. Sí, me gusta pasar un poco de tiempo tranquilo y en paz con Dios.  

– ¿Y hace falta esconderse en un bosque para eso?  

– Bueno, allí puedo encontrar a Dios.  

– Pero ¿es que Dios no puede encontrarse en cualquier sitio? Donde quiera que vayamos, Dios es el mismo.  

-Dios es el mismo, claro, pero yo no.