Oración de la Mañana
16 de septiembre
Historia: “El salto de Leo”
Leo era un chico de 15 años que vivía en un pequeño pueblo donde todo parecía estar ya escrito: estudiar, trabajar en la fábrica, repetir la rutina. Pero Leo tenía una obsesión: los aviones. No por volar en ellos, sino por lo que representaban. Libertad. Altura. Rumbo propio.
Cada tarde, después del instituto, se escapaba al viejo aeródromo abandonado. Allí, entre hangares oxidados y pistas agrietadas, soñaba con despegar. Literalmente. Pero también figuradamente: quería salir de la monotonía, descubrir el mundo, encontrar su propósito.
Un día, su profesora de tecnología anunció un concurso: diseñar un prototipo de dron que resolviera un problema real. Leo se lanzó con todo. Investigó, falló, rediseñó. Su idea: un dron que pudiera entregar medicamentos en zonas rurales de difícil acceso. Cuando presentó su proyecto, muchos se burlaron. “¿Tú? ¿Salvar vidas con un dron? Qué flipado.”
Pero Leo no se detuvo. Su prototipo funcionó. Ganó el concurso. Y con ello, una beca para estudiar ingeniería aeroespacial en la ciudad. El día que se fue, sus amigos lo despidieron en el mismo aeródromo donde había soñado tantas veces. Esta vez, no era un avión el que despegaba. Era él.
Moraleja: Despegar no es solo irse lejos. Es atreverse a romper con lo que te limita, a elevar tus sueños por encima de las dudas, y a construir tu propio vuelo.